domingo, 13 de diciembre de 2015

Feisbulandia, ¿un mundo feliz?

Sé que algunos de los más fieles seguidores de este blog se resisten de forma empecinada a entrar en el mundo de Facebook, y probablemente hacen bien. Otros, sucumbimos hace tiempo. Yo lo hice por consejo de algún compañero cuando se publicó mi primera novela, Nunca fuimos a Katmandú, y estoy segura de que FB contribuyó de forma notable al éxito que obtuvo el libro.

Para los escritores FB es un enorme escaparate que nos da la posibilidad de llegar a rincones inimaginables, nos permite interaccionar entre nosotros y  nos acerca a los lectores, que es lo más importante.

Pero con el tiempo te das cuenta de que FB se acaba convirtiendo en un patio de vecinos en el todos acabamos conociéndonos, cada quién con sus  filias y  sus fobias, algunos con intereses creados, con falsas palmaditas en la espalda (el famoso "me gusta").Todos exhibimos nuestra mejor sonrisa, nuestros éxitos, nuestra felicidad, que para eso estamos en  Feisbulandia, y como si de un acuerdo tácito se tratase, guardamos los trapos sucios en casa, o lo que es peor: los sacamos en petit comité y ponemos verde a la vecina que nunca se enterará de por qué de repente fulanita la mira mal o ya no le habla, y no tendrá  oportunidad de defenderse; o vendemos nuestras penas, somos las más buenas y generosas para ganarnos la compasión y el favor del grupito que nos interesa, pero nunca mostramos nuestra verdadera cara en público porque eso no es popular ni políticamente correcto.

Sin embargo, FB también tiene cosas buenas. Personalmente me ha permitido reencontrar amigos, hacer otros nuevos y conectar con los lectores que son los que me animan día a día a seguir escribiendo.

En fin, que estoy con gripe y la moral baja. Y no sé si alguien tenía que decirlo, pero yo me moría de ganas de hacerlo.

¡Feliz semana!


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